El observador, de pie o recostado con la mirada puesta en ella piensa, recrea, imagina, quiere, existe y llega al mejor de los destinos por un atajo que ofrece pausas que complacen y permiten reponer energías para celebrar la inmensidad y el efecto.
Por un instante deja de ser un observador y es artista componiendo, realizando, haciendo. Su obra existe y participa a otros que se encuentran creando como él, una escena similar.
Solo un instante y vuelve a conectarse con la oportunidad que le brinda el cielo, se completa como un observador afortunado de poder estar enlazado con la nube.
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